Que deben enseñar los docentes coetáneos
en el contexto pedagógico del Siglo XXI.
Ante
un panorama de crisis sociopolítica, un resquebrajamiento entre la corte suprema
de justicia y la asamblea legislativa y aparecimiento
de un panorama apocalíptico generado por la ausencia de valores morales; los docentes no deben pensar la crisis actual
como pérdida de ciertos valores y principios presuntamente eternos y entregados
desde fuera de las condiciones de vida del hombre en la Tierra, sino pensarla
como consecuencia del cambio de las condiciones de la vida, tanto individual
como comunitaria, y la consecuente pérdida de vigencia de viejas valoraciones
que correspondieron a otras realidades.
Es
este breve panorama de reflexion academica, surge la interrogante ¿Qué deben enseñar los docentes coetáneos
en el siglo XXI? A continuación propongo
los siguientes y escuetos planteamientos:
El
sublime maestro enseña a los niños a creer en sus propios ideales fundamentados
en realidades prácticas y alcanzables.
El
sublime maestro enseña un amor que no se ve pero se puede sentir, que la música del
saber tiene una explicación pero que las melodías del conocimiento salen del corazón.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes tener esperanzas cimentadas en la ciencia,
pues todos los días sale el sol en el planeta aprendizaje.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes un respeto por las cosas simples y por
la mística que nos entrega la madre naturaleza, en clara consonancia de una metacognición
progresiva.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes a establecer mediante la oración sincera
y de corazón, una clara comunicación con Jehová nuestro Dios y
Salvador.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes a que estimulen de manera progresiva
su creatividad dentro del contexto de aprendizaje, es decir aprender haciendo y
entender bajo la premisa de la reflexión crítica y analítica.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes a sonreír ante las adversidades de la vida y a
comprender que el destino tiene un propósito mágico y místico, particular para
cada uno de nosotros.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes que la vida es aprender a ser feliz y que la vida nos dará muchas alegrías,
pero nosotros debemos darle también un sabor a la vida.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes que deben darle un poco de alegría a
todas las cosas y que todo lo que llegue a sus manos o a su vida, siempre deben
dejarlo mejor de lo que estaba cuando lo encontraron.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes el valor del respeto, de la fe, de la
confianza, enseña a ser inteligentes y que no desdeñen sus sentimientos, enseña
a amar y que en todo momento sepan que tienen el derecho de vivir y ser cada
uno lo que en su vida quiera ser.
El
sublime maestro enseña a sus estudiantes que cuando sean docentes deben querer y
respetar a los futuros estudiantes.
En
síntesis… La crisis existencial de la educación en la actualidad, requiere
poner en acto nuestra propia capacidad de fundar valores, algunos de orden
individual y familiar, otros de orden pedagógico. Se trata de volver a pensar
las situaciones en las que estamos implicados para preguntarnos por el sentido
y la manera en que queremos vivir esas experiencias. Pero preguntar no es
buscar en las normas preexistentes, sino en los sentidos y las ganas que
todavía no logran mostrarse con nitidez y apenas se insinúan en el horizonte
del panorama escénico educativo
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