Más allá de la parafernalia que adorna todo discurso pedagógico emitido por los grandes eruditos de la educación salvadoreña, debo manifestar que la grandeza no se enseña ni se adquiere, esto se debe a que la grandeza es la expresión del espíritu perfecto de un hombre hecho por Dios. Por lo tanto el hecho educativo debe requerir en todo momento del concepto calidad, ya que la calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia, tanto del que ensena como del que aprende.Nunca olvidemos entonces que al momento de transmitir un conocimiento, se debe hacer bajo el argumento de la verdad pues el que tiene la verdad en el corazón no debe temer jamás que a su lengua le falte fuerza de persuasión y convencimiento a la hora de transmitir los conocimientos en el aula. Creer que existen personas con dificultades para aprender, es perder la esperanza y será la misma esperanza la que deja de ser felicidad cuando va acompañada de la impaciencia.
Como sociedad salvadoreña debemos de ser elocuentes al momento de educar a un niño, ya que educar a un pequeño, no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía y mostrarle un abanico de oportunidades de lo que puede hacer usando el conocimiento y la fe en Dios todo Poderoso.
Para finalizar mi prosa solo me queda argumentar que el hecho educativo es similar a la belleza del fruto emanado por la naturaleza ya que su majestuosidad está en proporción del tiempo que transcurre entre la siembra de la semilla y la recolección de la cosecha.
Pedagógicamente hablando debemos creer que el conocimiento de la belleza es el verdadero camino y el primer peldaño para la comprensión de las cosas que son útilmente buenas…
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