La contemporaneidad de los
tiempos ha generado dentro del espectro pedagógico muchos cambios que aun en
pleno siglo XXI no logran ser asimilados en su totalidad por las sociedades. El
tiempo presente conlleva a evaluar cuál debe ser el rol del docente ante las
características de los actuales escenarios sociales principalmente los
latinoamericanos, en donde muchos presentan retos que requieren de una nueva
visión didáctica y un real compromiso con la carrera docente.
La sociedad exige no poder seguir anclado al modelo pedagógico tradicional docente en donde solamente se busca la repetición de conocimientos, transmitirlos sin determinar si realmente estos favorecen a los alumnos a fin de que su desempeño colabore con el desarrollo de su entorno, comunidades, país es decir que sean ciudadanos útiles a la sociedad.
La educación en América Latina deberá
encarrilarse de acuerdo al avance de la Sociedad de la Información y el Conocimiento,
lo cual genera cambios radicales que obligan a tomar muy en serio que la nueva
generación de docentes deben evitar a toda costa limitarse únicamente a desempeñar
su rol de transmisor de conocimientos, sin inmiscuirse en los problemas
existentes en el entorno escolar, desperdiciando su naturaleza de líder y
posponiendo la aplicación de estrategias que permitan lograr una mayor
integración entre la escuela y la comunidad.
El inicio de una diatriba pedagógica
es creer que los maestros no servimos a la sociedad, cuando en la actualidad lo
que se vive es la permanente desvalorización de la carrera docente, esto se
debe en gran medida a la interpretación de crear un sistema educativo percibido
como mercancía, en donde la paga salarial del docente es poca, las exigencias
muchas y los críticos destructores sobreabundan en este medio. Directores de
instituciones educativas que actúan cual caporal de finca, con poca preparación
en el campo de la administración educativa y sin la más mínima noción de cómo se
deben conducir conglomerados académicos.
Uno de los cambios más
significativos es la forma en que se enseña y se aprende, generando nuevos
contextos educativos en donde la labor del docente es opacada por los anti valores morales que fluyen en el ambiente social de la juventud.
Medios de comunicación
más libres a transmitir elementos contaminantes que inducen al sexo promiscuo o
a consumir cosas simplemente por el hecho de consumir o en el peor de los casos
generar un cambio de mentalidad en donde los jóvenes a su corta edad creen no
necesitar educación ni cualquier otro tipo de inducción moral axiológica.
La realidad del presente
educativo salvadoreño empieza a definir un estilo diferente de ejercer las
funciones educativas directivas, por lo cual las autoridades de estas
instituciones deben buscar una nueva reorganización centrada en planificaciones
estratégicas creadas por su personal interno, no por consultores ajenos a la
realidad nacional, deben apoyarse en aquel personal docente que verdaderamente
conoce las necesidades institucionales basadas cada vez más en el esfuerzo de
aunar voluntades en proyectos compartidos, en la sensibilidad ante las nuevas
situaciones, en la habilidad para adaptar el funcionamiento de la escuela a los
objetivos que se proponen. Además de la capacidad de comprender la cultura de
la escuela y promover el cambio cultural.
En síntesis o nos preparamos para
afrontar estos retos en las direcciones administrativas pedagógicas o asumamos
el fracaso de seguir siendo vendedores de falacias educativas.
Att.
Att.
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