HOMENAJE A LA DRA. DINA DEL CARMEN GAMERO FLORES.
La
vertiginosidad con la que se presenta el postmodernismo pedagógico del siglo
XXI, se fundamenta sobre una estructura en la cual se destaca que la calidad
del docente es importante al momento de delimitar la calidad de educación que
queremos. Sirva este articulo para rendir un homenaje a una figura de gran
valor para la educación salvadoreña; la
Doctora Dina del Carmen Gamero Flores.
La Doctora Dina del Carmen Gamero Flores me concedió
el honor de ser mi profesora en mis estudios de Maestría en Administración de
la Educación, en la Universidad Pedagógica de El Salvador. Con amor y paciencia
me enseño la importancia del Diseño y Análisis del Currículo y el Análisis de
Sistemas Educativos, en donde después de haber recibido sus enseñanzas; puedo
argumentar con propiedad que ella fue la mejor profesora de mi vida, con su
ejemplo me mostro que existen pocas cosas comparables con la emoción
intelectual de ver cómo aprende un alumno. Pude observa durante el desarrollo
de cada una de sus clases como sus ojos adquirían un brillo espectacular, brillo muy semejante al destello luminoso de un lucero y eso en gran medida se debía a que uno podía percibir el
momento exacto en el que la mente se enriquecía gracias al mágico instante en
que de forma indescriptible adquirías amor
por la enseñanza de esta magistral educadora.
Ella
manifestaba que sentía sumo placer en el momento en que sus estudiantes, podían
establecer una tertulia pedagógica con ella de igual a igual, en un día, ella
argumento que es precioso el ver como un estudiante llega a superarse más que
su profesor, pero en el caso de semejante personalidad, tenerla por docente era el equivalente a sacarte el Premio Nobel Pedagógico, ya que aprender de esta dignísima maestra
hace que el estudiar sea una acción justificada por la cual vale la pena hacer
todo el esfuerzo posible.
Por desgracia, muchos profesores aún no han
tenido la fortuna de vivir el reconocimiento que hace el estudiante cuando su
docente llena las expectativas académicas que uno requiere en su formación profesional,
sobre todo en el contexto de educación superior universitaria, y esto se debe a
que muy pocos estudiantes podrían olvidar a un docente de calidad y un docente
mediocre, motivo por el cual en estas líneas se destaca la calidad docente de
la Doctora Dina del Carmen.
Recuerdo
su primera clase como si el tiempo actuara de manera regresiva. Se acercó al
aula, finamente vestida, nos alumbro con una sonrisa preciosa, sonrisa que
mantuvo de manera desmedida durante las 4 horas que duraba la clase, así era su
expresividad, le permitía a sus estudiantes, conocer la humildad de un lindo ser humano, pero a su vez
conocías lo deslumbrante de su conocimiento, el cual generaba a mis oídos una
sed de conocer más sobre los temas que abordaba. Desde el primer momento noté que ella tenía una recarga de combustible nuclear en el cerebro. Fue abrir la boca y
darme cuenta de que nunca había tenido una profesora así en mi vida, su lucidez
mental despampanaba a cualquier docente, percibí que ella estaba ansiosa por
enseñar, nuevamente debo argumentar que ella fue caudal incontinente de
conocimiento. Jamás se sentaba, su expresión corporal te hacía pensar que
estabas en un viaje mental con ella, te trasladaba por caminos del conocimiento
nunca antes cursados y siempre tenía sus oídos listos a escuchar nuestros
argumentos, los cuales ella agradecía constantemente por considerarlos las
joyas que conformaban el tesoro de la ciencia de la clase.
Siempre recordare
sus carteras de gran tamaño en las cuales transportaba los libros que se
ocupaban en la cátedra y terminabas por leer de manera constante y permanente
en cada una de sus clases. Al dejar a un costado del pupitre sus bolsos, ella se
dejaba llevar por un arrebato didáctico feroz, de modo que, si se hubiera
hundido el mundo, no nos habríamos enterado, sus clases eran tan interesantes y
entretenidas que siempre fueron un gusto recibirlas y hoy con el transcurrir de
los años, son recuerdos anhelados que forman parte del bagaje de nuestra vida
profesional.
La
Doctora Dina del Carmen Gamero, tenía una capacidad extraordinaria para
explicar las teorías académicas y los conceptos que formaban el caudal de la
clase, cuando alguno de nosotros no los entendía, no los volvía a explicar,
sino que recurría al uso de metáforas majestuosas en las que auxiliándose de la
metodología activa, transformaba el conocimiento en una herramienta útil para
la vida diaria de sus estudiantes. Entendí entonces que las metáforas son
imprescindibles para enseñar, porque son una vía directa a la comprensión de lo
complejo, e incluso de lo inaccesible. Desde entonces desconfío de los
científicos que las desdeñan.
Sus
fórmulas no parecían arcanos académicos, sino que, desde la pizarra, nos
explicaban el mundo a gritos. A menudo nos fulminaba con unas miradas y unas
sonrisas de alto voltaje que te taladraban y te bloqueaban el camino de salida.
Era imposible no aprender con ella, sus clases te despertaban una pasión intelectual
que nos permitía crecer academicamente como profesionales de la educación. Cuando ella formulaba una pregunta desconcertante y algún estudiante la contestabas, su emoción era
extraordinaria y contagiosa, más de una vez replicaba admirado: “Increíble:
¿cómo lo has sabido?”. Y por un momento uno se sentía Vigotsky, Piaget, Picardo
y Freire, todos ellos juntos; eso te hacía respetar y querer a los grandes
mitos de la ciencia educativa, pero también te hacía ver que la pedagogía es
una búsqueda de explicaciones salpicada de errores y siempre insatisfecha. Éramos
demasiado jóvenes para aceptar que las verdades de hoy tenían muchas
posibilidades de ser los errores de mañana.
Lo
gracioso es que, cuando te preguntaba, te hacía decirle cómo lo habías sabido,
no solo quería enseñarte; ella se interesaba en saber cómo pensabas. Una
respuesta aguda a sus maliciosas preguntas era para ella un acontecimiento, y
cuando la respuesta no era acertada, no importaba, porque daba paso a una
derivación a veces más interesante que la opción canónica.
Durante
el desarrollo de sus clases, ella no solo explicaba cómo eran las cosas, sino
también cómo no eran, te explicaba el por qué y por qué no. Le interesaba tanto
profundizar en el sí, como en el no; siempre databa las corrientes de
pensamiento pedagógico, personalizaba los aportes de los pedagogos y dejaba
claro que la pedagogía no había caído del cielo, sino que había sido
construida, con un esfuerzo sobrehumano muchas veces dirigido contra los
propios prejuicios del descubridor, por personas que habían vivido aquí y allí,
en tal época y tal otra.
En
su aula tenías la sensación de ser tan afortunado que no podías evitar hacerte
una pregunta: ¿Me merezco yo estas clases? Con ella era imposible no estudiar,
te habrías sentido miserable y sin duda alguna lo habrías sido, puesto que ella
era una profesora con todas las virtudes que adornan a los grandes directores
de orquestas sinfónicas, la ínclita Doctora Dina del Carmen, sabía sacar lo
mejor de quienes estábamos delante de ella y al final, a muchos de nosotros nos
daban ganas de aplaudir al finalizar sus clases.
También
fue una buena investigadora, no en vano tiene un Phd de Stanford University, pero a mi ver era
mejor aún en el aula. Cuando ya no fue mi profesora, decidí que sería
imperdonable perder la oportunidad de pedirle que me
diera el inmerecido honor de ser mi asesora de tesis y la busqué. Tuve la
inmensa suerte de ser su amigo y de conocer a su admirable vida.
En
realidad, me siento su discípulo moral y, en algunas materias que imparto a nivel
universitario, antes de decidir qué pienso yo, me gusta imaginar qué pensaría ella.
Fue
una excepcional profesora universitaria, pero estoy convencido de que hay casos
similares en cualquier otro nivel. Porque ¿cómo puede uno olvidar al profesor
que le enseñó a leer? ¿O a la profesora que te explicó las tablas de
multiplicar? ¿O a aquella que te hizo intuir la magia de los números primos? La pregunta es: ¿cómo olvidar a quien hizo posible que hoy
ames la lectura, tengas la pasión por las ciencias de la educación, hayas
asumido el concepto de luchar contra los molinos de viento o hayas cambiado
para siempre tu manera de interpretar la realidad social salvadoreña? ¿O como
dejar en el olvido a aquel profesor que te enseñó a analizar en silencio y con
respeto los argumentos que contradicen tus más firmes convicciones?
Sin duda alguna la Dra.
Dina del Carmen Gamero Flores hace mella en la eternidad del conocimiento,
puesto que ella nunca sabrá dónde termina su influencia en nosotros sus
alumnos.
DIOS
LA BENDIGA POR SIEMPRE
Att.
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